Tengo el mar dentro de un frasco de cristal. Mi colección de caracolas. Conchas marinas, estrellas, coral.
Tengo el mar en mi jardín. Piedras pulidas, chinas de distintos colores, puñaditos de arena, transportadas tierra adentro en mis bolsillos...
Pero no tengo el olor del mar. No puedo tener el aroma del mar. Se escapa de mis sentidos. Lo exhalan mis pulmones conforme mis pasos se adentran en la ciudad.
No tengo las huellas de mis pies en la arena.
No tengo la caricia de las espumas saladas.
No tengo el pelo enredado en vientos de salitre.
El mar me los presta cuando estoy a su lado pero, si me alejo, celoso los reclama y atesora.
Ana M.R.
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