sábado, enero 16, 2010

Eclipse solar




Creo que estas imágenes no necesitan muchos más comentarios, son hermosas por sí mismas, pero para los que quieran saber a qué pertenecen, se deben al último eclipse solar que se ha visto en nuestro planeta. Desde África, Asia y Oceania. Hasta el año tres mil y pico no se volverá a ver otro eclipse tan largo (11 minutos), como para entonces no sé cuántos de aquí vamos a estar, disfrutemos de estas imágenes ahora.

viernes, enero 15, 2010

Haití por Eduardo Galeano

La historia silenciada: Haiti
Eduardo Galeano 4 de abril de 2004

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. (cuando los poderosos no quieren, que se lo digan a Nicaragua y toda latinoamérica)Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.

De la maldición blanca, no se habló.

La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
—¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?

—El anterior.

—Pues, que se restablezca.

Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.

Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.
Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.
La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.
Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.

Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.

Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso.
Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.

En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.

Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.

Extraído de http://snakesdreamer.spaces.live.com/blog/cns!FFB0713CED428276!4349.entry

jueves, enero 14, 2010

Requiem por Haití

Lamentablemente volvemos a hablar de muerte en este blog. Ahora se trata de la muerte de más de 100.000 personas víctimas de la pobreza y la injusticia. Porque en mi opinión son estas las principales causas del desastre que el pasado día 12 asoló el oeste de esta isla caribeña y particularmente su capital, Puerto Príncipe.
Se culpa a la naturaleza y es cierto que la violencia de la Madre Gea se ha ensañado contra aquellos que ya soportaban otras múltiples desgracias. Sin embargo, me pregunto si las consecuencias habrían sido las mismas, incluso dada la magnitud del desastre, si este país hubiera contado con otras infraestructuras, si las condiciones de habitabilidad hubieran sido otras, si la pobreza y la historia no hubiera condenado ya de antemano a este pueblo al desamparo ante cualquier desgracia del tipo que sea.
Admito que la proporción del seísmo ha sido lo suficientemente importante como para que, incluso en un país mejor equipado, la situación fuera trágica pero no en esta medida.
He oído decir pues en estas horas que "la naturaleza se ceba con los más pobres". La naturaleza es la misma para todos, son los sistemas sociales, económicos y políticos los que no son los mismos para todos. Lo que en un sitio puede ser una calamidad, en otro será una tragedia y en otro la aniquilación.

Lloro desde aquí la desgracia del pueblo haitiano y deseo que, con la ayuda de todos y con la dignidad que ha demostrado ya en otros momentos de su historia, sepa de nuevo ponerse en pie y abrir caminos frente a la adversidad.

Nota: Entre otras instituciones y organismos no gubernamentales Cruz Roja ha puesto en marcha un operativo humanitario por Haití, más información aquí.

lunes, enero 11, 2010

Lhasa de Sela emprende su último viaje

El pasado 1 de enero murió, en su casa de Montreal, a consecuencia de un cáncer, esta cantante canadiense, nómada, de familia mejicana y estadounidense, que llevaba por nombre el de la capital del Tíbet.
Se ha ido con el Año Nuevo. Curiosamente una de sus canciones lleva el título "Para el fin del mundo o el Año Nuevo". El inicio de un nuevo año se hizo fin.
Tenía sólo 37 años de edad, una breve discografía compuesta por 3 compactos ("La llorona", "The living road" y "Lhasa"), unos ojos rasgados y una voz que alguien ha calificado de "ancestral".
Lhasa de Sela era para mí una voz mágica y evocadora. Mientras escribo estas líneas escucho algunas de sus canciones, su "Con toda palabra". Su modo tan singular de interpretar, su música mestiza y sus letras fuera de lo común acompañan como pocas la Soledad y el Encuentro (con uno mismo y con los demás).



• El programa de Radio 3, Músicas posibles recupera el concierto que Lhasa ofreció en el festival "La Mar de Músicas", Cartagena, en 2004:

Músicas Posibles: Lhasa de Sela (09 enero 2010)



• Necrológicas:
Público 04/01/10
El País 05/01/10
El País 11/01/10