En 1960 un metereólogo llamado Edward Lorenz, estaba estudiando un método que permitiera hacer predicciones climatológicas. Y en ello estaba cuando observó que una pequeña diferencia en el dato de partida, por mínima que fuera, llevaba a grandes diferencias en el resultado final. Por lo que se hacía muy difícil hacer predicciones climatológicas a largo plazo. Para explicar este hecho puso el siguiente ejemplo: un meteorólogo que hubiera conseguido hacer una predicción muy exacta del comportamiento de la atmósfera, mediante cálculos muy precisos y a partir de datos muy exactos, podría encontrarse una predicción totalmente errónea por no haber tenido en cuenta el aleteo de una mariposa en el otro lado del planeta. Ese simple aleteo podría introducir perturbaciones en el sistema que llevaran a la predicción de una tormenta.
De ahí surgió el nombre de “efecto mariposa”. Una pequeña alteración se ve amplificada de forma compleja y, a partir de cierto punto, provoca cambios erráticos y caóticos.
Traigo aquí hoy este tema porque hace unos días vi la película “El efecto mariposa” (“The butterfly effect”, EEUU, 2004, dirección y guión de Eric Bress y J. Mackye Gruber).
Al margen de otras consideraciones cinematográficas, la película plantea diversas cuestiones muy interesantes y suscita una reflexión sobre el modo que puede alterar toda nuestra vida un simple hecho, una pequeña elección: el abrir una puerta u otra, el tomar un camino u otro, el decir una palabra o callarla…
En la película un estudiante universitario que durante su infancia sufrió una extraña enfermedad que le causaba pérdidas momentáneas de la memoria, empieza a recuperar los recuerdos de esos momentos borrados de su mente leyendo unos cuadernos en los que, de niño, anotaba todo lo que le pasaba. Extrañamente al leer esos cuadernos el joven se ve a sí mismo reviviendo, con su conciencia de adulto pero en el cuerpo de niño, esos episodios que su mente había borrado. Esto le lleva a intentar corregir su actuación en algunos episodios trágicos de su infancia con la esperanza de mejorar el futuro de alguno de sus seres queridos. Sin embargo al volver a su presente, a su edad adulta de nuevo, se encuentra que su mundo es radicalmente distinto, que no sólo ha cambiado ese pequeño detalle o ese episodio, sino que el destino de todas las personas implicadas ha cambiado de forma imprevisible y, casi siempre, de un modo más negativo de lo que ya lo era antes.
No cuento más porque si alguno de vosotros quiere ver la película (que sin ser una obra maestra del séptimo arte, se deja ver muy bien) no pretendo destriparle el final.
Pero por lo contado hasta aquí, está claro que el título ha sido elegido con gran acierto. Cada pequeña alteración que el protagonista introducía en su historia, cambiaba por completo no sólo su vida sino el de muchas otras personas.
¿No podríamos cada uno de nosotros recordar algún momento de nuestra vida en el que tomamos una elección que la condicionó para siempre? Cuántas veces más de uno no ha pensado: ¿qué habría pasado si en lugar de ser admitido en tal Facultad hubiera hecho mis estudios en tal otra? ¿qué habría pasado si mi dolor de cabeza de aquella noche me hubiera impedido ir a aquella fiesta en la que conocí a la mujer con la que comparto mi vida? ¿qué habría pasado si no hubiera perdido aquel tren que después sufrió aquel grave descarrilamiento? ¿qué habría pasado si …? Y no sólo ese tipo de cosas, cualquier insignificante elección, puede generar una serie de acontecimientos que como las ondas de una piedra en el agua, se propagan por nuestras vidas y por los seres más próximos a nosotros encadenadamente hasta construir nuestra historia.
¿No es curiosa y al mismo tiempo aterradora esta certeza?
(Ana desde Granada)
Public Service Broadcasting - Go
Hace 2 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario