sábado, septiembre 09, 2006

Rodolfo Walsh

A veces, la lejanía en kilómetros o la existencia de otros escritores (porque en este caso hablo de escritores, pero podría decir lo mismo de cualquier sector social o artístico), decía que la existencia de otros escritores con mayor difusión (y mayor difusión no tiene por qué coincidir con mayor talento) hace que otros escritores, que fueron o son, no lleguen a ser muy conocidos de una u otra orilla. Es el caso de Walsh, al que yo al menos no conocí hasta que llegué a Argentina, pero también es el caso de Roberto Art y de una larga lista de autores. Magníficos contadores de historias y de sentimientos que deberíamos conocer porque forman parte de la literatura en español.
Dejo aquí una referencia a Walsh que aparece hoy en el diarío Clarín,
Es simplemente una aproximación a un gran desconocido.

Walsh básico

RIO NEGRO 1927, BS. AS., 1977. ESCRITOR Y PERIODISTA

En 1944 comenzó a trabajar como corrector y traductor de la editorial Hachette y siete años más tarde se ligó al periodismo en las revistas Leoplán y Vea y Lea. Por entonces fue convocado por La Nación pero rechazó la oferta. Fue uno de los fundadores de Prensa Latina en Cuba, desde donde interceptó un cable norteamericano que anunciaba la invasión de Playa Girón en 1961. A su regreso a la Argentina escribió en Primera Plana, Panorama y el semanario de la CGT. Además compartió con Paco Urondo y Haroldo Conti la redacción de la revista Militancia. En 1973 se unió a Montoneros como encargado de inteligencia y tras el golpe de Estado de 1976 organizó la Agencia de Noticias Clandestina. El 25 de marzo de 1977 fue asesinado por un grupo de tareas cerca de Congreso, luego de despachar su "Carta abierta a la junta militar". Algunos de sus libros más emblemáticos son "Operación masacre" (1957) sobre los fusilamientos en José León Suárez; la compilación de cuentos "Los oficios terrestres" (1965), y "¿Quién mató a Rosendo?" (1969) .

Un oscuro día de justicia

El celador Gielty estaba preocupado. Sabía naturalmente que el Ejercicio era cruel y casi intolerable para Collins, pero había visto la crueldad inscripta en cada callejón de lo creado como la rúbrica personal de Dios: la araña matando la mosca, la avispa matando la araña, el hombre matando todo lo que se ponía a su alcance, el mundo un gigantesco matadero hecho a Su imagen y semejanza, generaciones encumbrándose y cayendo sin utilidad, sin propósito, sin vestigio de inmortalidad surgiendo en parte alguna, ni una sola justificación del sangriento simulacro. ¿Podía permitir que el pequeño Collins se enfrentara solo, con su caníbal tiempo? No. ¿Pero no estaba yendo demasiado lejos, precipitando lo que quería evitar? Una y otra vez se rezagó en la capilla después de la misa o el rosario, buscando una respuesta, sintiendo que su cerebro ardía más que nunca, perdiendo cada cosa que ganaba porque cada cosa comprendida significaba un pedacito de sí mismo que se disipaba en una incandescente partícula: hasta que oyó una voz que le ordenaba seguir adelante y darse prisa en salvar a Collins, porque alguien venía desde el horizonte del tiempo a detenerlo. Y así fue como Malcolm entró en su cabeza, casi al mismo tiempo que en la cabeza de Collins.

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